Muchos no sabemos tener tiempo libre y lo llamamos tiempo
muerto, tiempo ocioso, tiempo no productivo. Y sí, el lenguaje no es inocente.
¿Qué me pasa cuando no tengo nada que hacer, cuando por diferentes motivos un
día cualquiera cambia mi rutina porque nació mi bebé, van creciendo los hijos, llega
la jubilación, terminó una relación? Muchos nos sentimos culpables porque somos
muy adictos a la actividad – a veces desenfrenada, de ocupar el tiempo, libre o
no. En nuestra vida pasamos por momentos y espacios diferentes, distintas etapas
de crecimiento (y si queremos de reflexión y cambio). En esos momentos está
bueno ACEPTAR que viene un tiempo nuevo, TRANSITAR/EXPERIMENTAR esa
incomodidad, esa incertidumbre y BUSCAR adentro a ver qué pasa, qué nos
aparece, en una palabra, ¡darnos un poco de tiempo!
Mientras pensaba en todo esto me acordé de un cuento sufí que
leí en Vivir, Amar y Aprender hace muchísimisimo tiempo que es toda una
alegoría. Cuentan que un día había un mullah en la calle, en cuatro patas,
buscando algo, cuando se le acercó un amigo y le preguntó:
- Mullah, ¿qué
buscas?
- Perdí mi llave.
- ¡Oh, Mullah, qué
terrible! ¿Dónde la perdiste?
- En mi casa.
- Entonces, ¿por
qué la buscas aquí afuera?
- Porque aquí hay
más luz.
Generalmente vamos a buscar afuera lo que nos falta; es más
fácil, hay más gente, hay más luz, hay más distracciones. No quiero decir que
dentro nuestro solamente exista luz y oscuridad, no, para nada, pero buscar
adentro lleva más tiempo y muchas veces nos cuesta lidiar con las emociones que
nos aparecen. Y les aseguro que no pasa nada malo, al contrario podemos
encontrar espacios diferentes. Hay tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario