domingo, 25 de marzo de 2012

Esto también pasará; buena leccion

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte: “Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo”.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total. Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo: “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”.
Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje -el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey. Pero no lo leas -le dijo- manténlo escondido en el anillo.
Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían.
Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino. De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso: Simplemente decía "ESTO TAMBIÉN PASARÁ"
Mientras leía "ESTO TAMBIÉN PASARÁ" sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo: Este momento también es adecuado vuelve a mirar el mensaje.
¿Qué quieres decir? -preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
Escucha -dijo el anciano. Este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: "ESTO TAMBIÉN PASARÁ" y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, habían desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.
Entonces el anciano le dijo:
Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa, ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

lunes, 12 de marzo de 2012

¿Para qué festejar?

Alguna de las excusas que escuché esta semana para NO celebrar el día internacional de la mujer.
-El día de la mujer es todos los días,
-Es discriminatorio, no hay un día del hombre,
-No soy un florero para que me regalen una rosa,
-¿Qué voy a celebrar, que nací mujer?,
-Es un día inventado por la sociedad de consumo,
-No es nuestro, es de otro país.
¿Qué nos pasa que no podemos ver lo positivo de una celebración? Y no voy a citar las diferentes definiciones de festejar, celebrar, conmemorar, etc. porque ese no es el punto hoy. Si no podemos parar y reconocer el esfuerzo hecho, en cualquier momento de una cadena de acciones no vamos a tener fuerzas para seguir, no vamos a poder completar nuestro círculo virtuoso. Y además, es muy importante todavía que las mujeres hablemos de lo que nos pasa, nos reunamos, recordemos y nos contemos historias, nos reconozcamos como género y empecemos a sanar en la conversación, que es una de las cosas que mejor hacemos. ¡Y eso se hace reuniéndonos a tomar un café o una copa entre muchas!
Sí, todavía no pudimos con la violencia de género; sí, cobramos menos por el mismo puesto de trabajo; sí, hay muchas mujeres que mueren más que cruelmente en todas partes del mundo, pero nada crece sin la aceptación de dónde estoy que me permite diseñar para adelante. Y lo que hay –midiendo la brecha- es bastante, es por lo menos poder saber que estas cosas existen y buscar nuevas fuerzas para luchar.

martes, 6 de marzo de 2012

DIETA - DIETA - DIETA - DIETA

A esta altura ya aprendimos varias cosas de las corrientes de Pensamiento Positivo y New Age. Una de las que yo aprendí, que rescato y que ‘he experimentado’ con bastante -diría mucha- regularidad es que el trabajo de nuestra mente es pensar. Todo el tiempo. Constantemente. En invierno y en verano, el 1 de enero y el 31 de diciembre. No se toma vacaciones, es sumamente eficiente: une, recuerda, trae, separa, recorta, justifica, castiga, festeja. Y sin embargo, a nosotros cada tanto se nos ocurre tomar un curso y le decimos: ‘No pienses en nada, quédate en blanco.’ Y no es muy fácil que digamos, se necesita mucho entrenamiento. Hoy quiero proponer un ejercicio diferente para que la mente descanse un poco y trabaje a nuestro favor. Si nosotros vivimos en la narrativa que nos construimos de nosotros mismos ¿existiría alguna diferencia entre contarnos que somos La Bella Durmiente o Superman o La Bruja Mala o Hannibal Lecter? En todos los casos, nuestra mente va a traernos los recortes periodísticos de cuando fuimos uno y otro. Si nuestra mente se cree la historia que le contamos de nosotros mismos, ¿por qué no contarnos la mejor parte, elegir el mejor personaje? ¿Por qué no nos contamos las veces en que fuimos He Man o Pretty Woman? ¿Por qué por una semana –hasta el martes que viene, no buscamos en nuestra mente las mejores historias sobre nosotros mismos? Sí, es una buenísima dieta y va bastante bien para adelgazar la culpa, fortalecer la dopamina, reducir los niveles de perfeccionismo y tonificar la autoestima. ¿Qué pasaría? No te pido que lo pienses ni que lo analices o que lo expliques. Solo te pido que lo hagas. ¿Comentarios luego?

“No solo actuamos de acuerdo a como somos, también somos de acuerdo a como actuamos. La acción genera ser”.

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