martes, 26 de abril de 2011

Volver a sentir


Seguramente las imágenes que les están apareciendo en la mente son muy agradables. Deténganse un segundo y mírenlas. También podrían estar pensando que me he puesto más romántica que de costumbre: Volver a sentir. ¿No suena como a salir de una enfermedad o de un largo invierno? ¿A dejar atrás alguna dificultad o algún obstáculo? Algo así como hemos leído –o sentido- muchas veces: ‘Volver a sentir el calor del sol’ o ‘volver a sentir la brisa en la cara’. Pero no, esta vez quiero mostrarles el lado B de volver a sentir. Cuando sentimos algo una y otra vez podemos estar frente al re-sentimiento o sea re-sentir que también es volver a sentir. Ah… ¡Qué tema! No, no cierren la página todavía. Se me ocurrió –humildemente- escribir algo a partir del artículo que Miguel Espeche publicó en La Nación este fin de semana, “Presos del resentimiento”.

El resentimiento es un estado de ánimo, no es una emoción. ¿Será bueno o malo? Siempre nos encontramos en un estado de ánimo y ese estado de ánimo es el que nos permite hacer cosas. En otras palabras, nuestro estado de ánimo es la lupa con la que miramos la vida. ¿La vida hacia adelante o la vida hacia atrás?

El resentimiento tiene letra y dice: No acepto esto que pasó – Interpreto que eso no fue bueno para mí – Fue injusto – Voy a vengarme.

Lo bueno, lo malo y lo feo del resentimiento

Lo bueno, o sea cosas que me permite:
Vivir muy pendiente de lo que pasó y no mirar hacia adelante.
Desarrollar una adicción porque constantemente vuelvo a re-sentir lo que pasó.
Disfrutar en el presente de emociones como la bronca, el dolor, la humillación, el trauma, la injuria, (completar con todo este tipo de emociones negativas, ojo, no malas, negativas).
Recitar innumerables excusas y explicaciones sobre lo que ‘me’ pasó.

Lo feo es ver dónde nos deja parados porque el resentimiento es un gran poste que nos ata al pasado y nos deja estaqueados en ese lugar, en esa persona que fuimos como si el tiempo no hubiese transcurrido. Lo malo es que los hechos pasados no pueden cambiarse, ya pasaron. Ya pasaron de moda y lo único que puedo hacer es verlos de otra manera con todo lo que aprendí desde entonces. ¿Habré aprendido algo? Siempre somos más de lo que nos pasó. Nosotros no somos solamente eso que pasó, también somos otras cosas.

Aceptar lo que nos pasó y empezar a soltar puede ser el camino porque en realidad a la vida le da lo mismo, a quien no nos da lo mismo es a nosotros porque tenemos una sola. ¿Por qué no soltamos entonces si parece tan fácil? Porque el resentimiento es un pilar, un gran palenque donde rascarse, una gran excusa y si lo soltáramos necesariamente tendríamos que mirar hacia adelante, salir de ese lugar, buscar nuevos recursos, pensamientos, cambiar y el cambio es bárbaro siempre y cuando los otros cambien, no yo. Entonces esa persona traumada, dolorida, humillada tendrá que ‘inventarse’ una nueva manera de vivir y todavía no la conoce y esto trae mucha confusión y a nadie le gusta sentirse confundido. Los seres humanos queremos tener todo claro todo el tiempo. Después de todo, ¿para qué hacer tanto esfuerzo si el resentido ya se sabe la letra de su vida de memoria y además la puede recitar una y otra vez?

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